25 febrero 2007

Que me quejo por gusto dicen...

Y éstas son las cualidades de mi barrio. Camino y veo cosas que no quisiera ver. Cuando paseo por el centro de la ciudad contemplo a mi pasar como se mantiene en pie a duras penas, bombardeada por las incansables manos del capitalismo, que no dudan en derribar la vida que da el naranjo que florecía antaño y daba color a mi barrio; y en su lugar se divisa ahora una zanja deshonrosa, que invita a liarse la manta a la cabeza y no querer ni ver. A la llamada del capitalista, mal llamado aquí alcalde, acuden los desagradables vecinos que por desgracia son los que abundan por aquí, estos descerebrados son fáciles de reconocer, unos llevan peinados irrisorios, van engalanados con cadenas y similares de oro y nos deleitan con su saber estar y educación, mala educación, además de agraciarnos con sus orines y borracheras allá por donde deambulan. No os olvidéis de ellos, eso parece que quieren hacernos saber, por ello marcan como perros y perras el terreno por donde pisan, como dije antes. Y siempre nos harán, al menos eso hemos de agradecer viniendo de ellos, saber de su presencia con las carcajadas nauseabundas, su analfabetismo que queda patente al abrir sus malolientes bocas, dejándonos oír sólo blasfemias y tacos mal sonantes. Ah, y siempre avisan antes de llegar, con sus vehículos tan malsonantes como ellos y su música cuadriculada para sus mentes semejantes. Y luego, irónicamente, van de pobrecitos por la vida, cual mártir y paria, marginados por la sociedad.

Pero no sólo están ellos, dios los libre, pensarán los vecinos que ahora me dispongo a describir.

Cuando paseo por la céntrica plaza de mi ciudad contemplo como una bonita fuente emana vida y agua, agua y vida, la vida que les falta a los hipócritas que a unos pasos más allá entran cual rebaño de becerros, uno tras otro, a la iglesia más concurrida, que no respetuosa, de mi barrio. Ellos, que claman una educación religiosa para los suyos e insisten en no haber roto nunca un plato, cuando son los que más deben callar. Esos fascistas asquerosos y asquerosas que sólo quedaron para vestir santos con grandes mantos bañados de oro y plata, y luego le niegan esto último al pobre que suplica por un trozo de pan a la puerta de su maldito templo.

Me sermonean, instándome a pasear más, salir a dar un paseo de cuando en cuando por esta maravillosa ciudad, pero viéndola prefiero ver las telarañas de mi habitación y con otra ciudad más respetuosa y amable soñar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Amigo, trabaja duro y sacate de ahí que Dos Hermanas es una PUTA MIERDA.

¿Más claro?

Saludos

Rogues